martes, 28 de octubre de 2008

Artículo de opinión: "El verdadero culpable de la crisis"

¿QUIEN ES CULPABLE DE LA CRISIS ECONOMICA?

España al salir de la Guerra Civil, se encontraba con todos sus estamentos tocados, unos, devastados otros, siendo el aparato productivo uno de los más perjudicados.
El estado, al mando de las huestes de Franco asumió la tarea de “reconstruir”en el país todo lo que un incipiente capitalismo industrial había logrado de manera tardía en comparación con las demás naciones, todo aquello en medio del inicio de la destrucción del resto de Europa por efecto de la Segunda Guerra Mundial.
Logrando eludir no sin “habilidad reconocida”los compromisos de alianzas militares con el resto del Eje, en devolución a servicios prestados, la tarea de poner en funcionamiento un país en las condiciones en que quedó España era una labor de una magnitud “histórica”, si algún calificativo complaciente usáramos. Una labor ideal para una dictadura ansiosa de aceptación y una imagen de cara lavada, pero en condiciones especiales de apartar todas las opiniones no suyas, para lograr la exclusividad de los reconocimientos, como si las responsabilidades de un gobierno deben escapar al natural deber de su trabajo para entrar en el campo de la predestinación divina a tan altos sacrificios personales.
Los españoles a través de casi cuatro décadas aportaron el esfuerzo de sus vidas en construir un estado aparentemente fuerte, dueño de las principales estructuras económicas de base, sostenidas en pié a cualquier precio, en un marco ajeno al sistema democrático, que es hasta ahora el único que garantiza el desarrollo capitalista. España, hasta el fin del Franquismo, pretendió tener capitalismo sin democracia, acumulando distorsiones significativas de manera crónica tras la utilización de un caudal de recursos nunca cuantificado procedente del estado, o sea de cada español o habitante de éste país, y pese a todo ello el Franquismo ha sido un régimen que ha muerto de inanición, no tuvo las condiciones de sostenibilidad para sobrevivir mas allá de la existencia física de su caudillo, por más que se hayan empeñado sus pretendidos continuadoresEmpresas que desde siempre fueron deficitarias aún al abrigo del monopolismo garantizado pasaron a ser privatizadas a “buen precio”, con un extenso patrimonio pero con sus estamentos directivos originarios intocados, y en muchos casos blindados, a partir del período político de la” Transición”, coronado en la actualidad por la presencia en los ambientes especulativos de la bolsa. Aún quedan en manos estatales recursos empresariales heredados de la época autárquica, correctamente gestionados, que por la extensión de su patrimonio o lo estratégico de sus funciones su traspaso al sector privado resulta particularmente delicado en condiciones mínimamente decentes.
El estado ha pasado de ser dueño de importantes medios de producción a tener un papel lógico de regulador, es el empresario privado en una economía abierta como ésta, quien en última instancia tiene toda la responsabilidad de la productividad o no de su empresa, mediante la seria utilización de los medios de gestión. Hay evidentes deficiencias en el funcionamiento del sector dirigencial empresarial a nivel estratégico como estructura de conjunto, produciendo un vacío de políticas a nivel privado de alto nivel que se reflejan en los resultados de una economía competitiva, enfocada mayormente hacia adentro. Las crisis en la economía, como la fiebre en los seres vivos son necesarios, avisan la presencia de la enfermedad.
Las crisis cíclicas parecen ser un mecanismo natural de reajuste de la economía, una señal ante un malfuncionamiento o el indicador de que algún componente del proceso sencillamente ha perdido ya su vida útil. Siempre existirán las crisis, lo que cuenta es la capacidad de previsión consecuencia de una adecuada planificación, y ello implica una actuación conjunta de los sectores económicos y políticos, cada uno en su área, pero apuntando en una dirección, como corresponde en una economía abierta, pero traducidos en objetivos generales.
Hay que observar que empresas españolas han tenido a su disposición mano de obra abundante y barata durante mucho tiempo, los niveles salariales siempre han estado por debajo de los que se pagan en otras economías más eficientes y productivas. La competencia hoy en día exige una continua optimización en la gestión sobre todo de los recursos humanos en todos los aspectos, a fin de imprimir una dinámica de adaptabilidad constante y por tanto capacidad de supervivencia.
Los bajos niveles de salarios han producido unas condiciones especiales en un actor de primer orden en el proceso económico, que es el CONSUMIDOR, que es quien paga por los bienes y servicios que actualmente se ofertan de forma masiva en cantidad, procedencia y variedad.
Hace mucho que el consumo en España es financiado mayormente por el crédito debido a los exiguos salarios. Pero en especial hay un producto cuyo consumo es obligatorio y de primaria necesidad, el de la vivienda, que por su costo financiero absorbe la capacidad adquisitiva de las familias consumidoras durante décadas de trabajo, haciendo casi imposible adquirir otros bienes y servicios.
El gran beneficiario de todo éste proceso ha sido el sector inmobiliario y sus adyacentes, en perjuicio de toda la restante oferta de consumo. Ya el nivel de 800 o 900 euros promedio de salario “decente” no da para sostener una economía como ésta por más tiempo.
El aumento de los tipos de interés ha sido un mensaje para que el empresariado español entienda que no se debe de seguir abusando del crédito para presentar el estado de aparente bonanza que justificara el “España iba bien” de los que ahora dicen que “Zapatero es el culpable”, ciegos ante la realidad de que el estado no es el de antes.
Todos los sectores tienen su responsabilidad y el empresariado debe asumir la que le corresponde en éste tipo de economía, el gobierno debe de señalar públicamente como pide la oposición, la función de cada uno. Se debería recordar a la ciudadanía en qué tipo de régimen económico vivimos, así como educar en el ahorro de los recursos que como el energético pesan demasiado en los indicadores que se manejan, ya que la desorientación informativa continua nos ubica fuera de contexto histórico, a conveniencia.
Otro aspecto que no debe perderse de vista es que los aumentos de los tipos de interés, inflará el monto de las deudas de los consumidores a unos niveles que generará ganancias groseras para las instituciones bancarias, inflando los beneficios, pero claro con recursos que serán producidos por los trabajadores los próximos treinta o cuarenta años, o sea que actualmente no existen, produciendo un estado “virtual” de beneficios, característico del predominio de la especulación.
Todo esto conforma un panorama complicado, ya que cualquier medida por efectiva que sea no tendrá efecto significativo a corto plazo, escapando incluso de sincronización con el tiempo que habilita el sistema electoral a un gobierno. No solo es el gobierno el llamado a tomar medidas, el sector empresarial es responsable de su cuota.



Por: Alberto F. Gonzálvez García

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