EMILIO SOLER Del tenor roncalés y navarro Julián Gayarre se cuenta una anécdota bien significativa sobre su carácter y su pérdida de facultades cuando la edad y la enfermedad no perdonaban: Aseguran que se encontraba al final de su carrera interpretando una de sus romanzas favoritas en el último acto de "L'elisir d'amore". Gayarre, que había cantado la famosa "Furtiva lacrima" centenares de veces, con la garganta forzada por el cáncer de laringe que ya asomaba, bajó considerablemente el tono de su voz. El público de las últimas filas comenzó a sisear y uno de sus figurantes, soplándole por lo bajinis, le espetó: "Maestro, que dicen los del final que no le oyenÉ". Y Gayarre, todo carácter recordando viejos tiempos en que debía enfadarse con las cabras del rebaño que como pastor debía cuidar, no se cortó nada y exclamó: "Pues que se acerquen".
Los problemas del público operístico con Julián Gayarre parecen calcados del que tenemos los valencianos con el titular de Bienestar Social -parece increíble el nombre de la Conselleria pero les aseguro que es bien cierto-, el sordo Juan Cotino. Ni las quejas de los miles de usuarios que no han sido valorados y a los que, por supuesto, no les ha sido aplicado el Plan de Atención Individualizada y por lo tanto siguen a la espera de un milagro para que sus carencias físicas o psíquicas sean reconocidas por un Consell que tan sólo piensa en obras faraónicas, sirven para nada. Juan Cotino hace caso omiso, también, a las manifestaciones que reclaman su atención a las puertas del Palau de la Generalitat, un edificio que pagamos entre todos, al igual que el suntuoso sueldo que cobran sus gerifaltes, incluido el de su pío presidente y factótum del conseller, el molt honorable Camps, personaje curioso que, a pesar de la incapacidad manifiesta de su protegido político no ha dudado en elevarlo a las cotas de vicepresidente social de ese gobierno que hace oídos sordos al tumulto popular de miles de personas.
Por si faltara algo, a la dureza de oído del conseller y sus amigos, los presupuestos que ha preparado el Partido Popular de esta Comunidad plena de auditorios de ópera medio vacíos, circuitos de F1 recién inaugurados y atenazados por la crisis económica o Grandes Proyectos, así, con mayúsculas en Castellón, Valencia y Alicante pertenecientes a patronatos, fundaciones e institutos que dejan sus cuentas más opacas que un muro de hormigón, se une la dureza de alguna parte de su cuerpo serrano. Las enmiendas que se han hecho a sí mismos los gobernantes peperos que sufrimos hace ya largo tiempo en este Levante feliz indican que se han recortado más de un 60% las ayudas para las familias de esos dependientes y que esas cantidades, desaparecidas como por arte de magia, de magia negra, han trasladado los dichosos fondos a las residencias que se ocupan de nuestros discapacitados, dependientes o mayores. Con una parte del rostro sumamente dura, como su oído, el conseller y vice de lo que la derecha valenciana llama Bienestar Social, ha decidido eliminar de un plumazo lo recibido del Gobierno central para atención de esos dependientes y no ha dudado, insisto, en llevarla al capítulo que debe incrementar las cuentas de las residencias, especialmente las privadas, claro, y en las que al decir, el señor Cotino y su familia tienen algún interés que otro según una vox pópuli que, con toda seguridad, anda tan de falsete como aquel Gayarre... Las cifras en esta provincia son apabullantes: el 6% de la capital alicantina, 65.205 personas, son discapacitadas. Y entre ellos, más de 27.000 son dependientes totales y más de 15.000 dependientes severos. El responsable de ese desaguisado, el de la cosa del Bienestar, ha sido torero antes que fraile. Tras su paso por una concejalía del Ayuntamiento de Valencia, su amigo Aznar le nombró director general de la Policía, con el escaso éxito al que este político nos tiene acostumbrado. Más tarde, tras su merecido cese, Cotino ejerció la Conselleria de Agricultura, donde cosechó, nunca mejor dicho, graves discrepancias con sindicatos y patronales agrarias. Como quiera que este personaje lo mismo sirve para un roto que para un descosido, su benefactor Camps le nombró responsable de Bienestar Social, cargo al que últimamente le ha sumado el de vicepresidente del Consell. Casi nada para ser tan duro de oído. O, a lo mejor, por eso.
Finalmente, hartos de estar hartos, los familiares de los dependientes, los sindicatos, los partidos políticos, las diversas asociaciones creadas ante el desamparo de este gobierno valenciano que se empeña en olvidarse de los más necesitados, han tocado a rebato. Para el sábado, 13 de diciembre, pasado mañana, a las 12 horas, se ha convocado una manifestación frente al Ayuntamiento de Alicante, la penúltima porque seguirán sin escuchar ya que son duros de oído y de lo otro, para protestar contra la inaplicación por parte del Consell de la Ley de Dependencia. Después de dos años de la aprobación por parte del Gobierno de Zapatero, esa ley en el País Valenciano se encuentra paralizada. No se han resuelto ni mucho menos las solicitudes de todos los grandes dependientes y de más de un tercio de los dependientes severos de Alicante, Valencia y Castellón. Ante la desfachatez de esos políticos que gastan el dinero público en obras fastuosas y rentables tan sólo para unos pocos, los ciudadanos debemos sentirnos solidarios con los más desfavorecidos, demandar que atiendan sus peticiones que son las de todos nosotros, y, por si nos tocara la Lotería, que está al caer, que se vayan a su casa toda esa pandilla de incapaces políticos. Cotino y Camps, los primeros. Aunque, saben, Font de Mora, por aquello de la Educación, también podría acompañarlesÉ
Emilio Soler es profesor de Historia Moderna.
viernes, 12 de diciembre de 2008
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